VIDA DE UN HEROE
JOSE MARIA HERNANDEZ VIVAS
José María Hernández nació en la vereda Guacha Municipio de
Pupiales, Departamento de Nariño, el 19 de enero de 1892, fueron sus padres don
Víctor Hernández y doña Rosario Vivas. Abuelos paternos don José María
Hernández y doña Rosalía Rosero; maternos, don Javier vivas y doña Emperatriz
Quiroz. Tuvo siete hermanos, entre ellos fray mateo de Pupiales, capuchino,
ordenado en Barcelona España y sor María Ezequiela, franciscana, profesora del
colegio de Almaguer. Recibió nociones elementales de instrucción en la escuela
rural de tatambud. Luego los cumplió en el colegio de los hermanos maristas de
Pupiales, se distinguió por su capacidad mental y su amor al estudio, pero
pronto tuvo que abandonarlo y dedicarse a labores del campo.
En 1914, bajo hasta Puerto Asís en el primer grupo de
colonos que engancho la misión capuchina. Hernández era un hombre tranquilo,
respetuoso, honrado a carta cabal, y trabajador. En Puerto asís se casó con
doña Gregoria Iles y tuvo dos hijos, Sergio y Justina, vivía en casa propia y
gozaba de la mejor predilección entre sus compañeros. No era comunicativo pero
su rectitud y su sinceridad lo hacían generalmente simpático.
En 1930 fue incorporado en Puerto Asís a la sección de
policía de la intendencia del Amazonas y destinado como agente al corregimiento
de santa clara, a órdenes del corregidor Mayor Luis F Luna. Con este coopero
patrióticamente a las instalaciones de
Tarapacá, después de un año de servicio decidió establecerse por su cuenta en
pequeños negocios de agricultura, ganadería, y regateo de víveres y mercancías.
Producido el asalto de Leticia el primero de septiembre de
1932, y un mes después de la ocupación de Tarapacá por los peruanos, el
corregidor, su secretario y los demás
colombianos allí residentes, se refugiaron en territorio brasileño, logrando
sacar los archivos y armas del corregimiento, Hernández fue el último en salir,
y se situó en Ipiranga, puerto cercano, sobre la misma orilla derecha del
Putumayo.
Cuando en febrero de 1933, la expedición del general Vásquez
Cobo llego Tocantins, Hernández se presentó al general Efraín Rojas, y fue
destinado por este como ayudante de los que conducían el vapor Nariño. Tanto este barco como en el crucero Boyacá y
en el cañonero Barranquilla, presto la más eficaz colaboración, por su
conocimiento del rio, de los sitios y de la gente de aquella región. Quienes
fueron entonces sus compañeros de armas, entre ellos el ex intendente del
amazonas, señor Alfredo Villamil Fajardo, quien lo conocía bien, y destacaba su
servicio hacia la patria.
El señor Villamil fajardo lo había conocido en Leticia en
noviembre de 1931. Hernández establecido en Tarapacá, había viajado a la
capital de la intendencia para liquidar algunas cuentas y recibir un saldo del
sueldo de policía le tenía encargado. El señor Villamil fajardo lo describió
así: “blanco de estatura más que mediana, fornido, de aproximadamente cuarenta
años de aspecto sencillo y taciturno, de poco hablar y con voluntad firme”. Hernández radicado definitivamente en
Tarapacá, pues ya tenía sementeras y pastos donde mantenía algunas reses de su
propiedad, compradas con lo que había ahorrado de sus sueldos.
El primero de septiembre Hernández escribió al intendente Villamil Fajardo para solicitar
de nuevo puesto en la policía de la
intendencia. Y decía su carta: “me veo obligado a abandonar el comercio,
por no dar resultado alguno” agregaba” le suplico me dé un puesto en la
policía, ya sea para prestar servicio en este corregimiento o donde usted lo
estime conveniente darme de alta, que seré estricto en el cumplimiento de mi
deber”. Terminaba con esta información _.en la actualidad estoy levantando la
casa de 18 metros de largo por 7.5 de ancho; esta empajada y se está arreglando
el piso; además estoy abriendo más montaña para agrandar el potrero, con el fin
de traer unas cuatro cabezas de ganado más. Es cuanto tengo.
De Ipiranga volvió a escribir al señor Villamil Fajardo, a
la esperanza, el 25 de octubre de 1932, para darle valiosos informes y para
expresarle su aireada inconformidad con lo que estaba sucediendo.
La carta era clara y firme, la ortografía muy deficiente, la
frase rotunda, el espíritu altísimo. Esta última carta, lo pinta de cuerpo
entero. Decía: “aprovecho la ocasión para contarle como verdadero hijo de
Colombia, la pésima situación en la que nos encontramos por el abuso que el
Perú ha cometido queriéndose llevar nuestro pedazo de tierra que con tanto
sacrificio habíamos recuperado. Nosotros salimos el 30 de septiembre, día en que
pasaron cuatro embarcaciones peruanas, después de cuatro días que subió la
América. Nos vimos obligados a abandonar el lugar al ver que el señor
corregidor y secretario eran los primeros que bajaban. A mí me tocó estar hasta
el 6 de octubre, bajando lo que pudiera de mi ganado. Casi perdí todo, y lo
demás quedo botado, perdiendo mi tiempo, plata, etc.
Hasta la actualidad no estaba ocupada Tarapacá. Sabemos por
un conocido que bajo de la esperanza, que en el yaguas hay 30 hombre armados
con un cañón y una ametralladora, y que el capitán que subió en la libertad iba
dejando la orden que ha todo colombiano que encontraran en el putumayo lo
pongan preso, y Rengifo le dijo que mejor sería matar de una vez, y le contesto
que todavía no había orden. Los barcos mercantes están en el algodón, es cuanto
le puedo informar. En este lugar estamos todos esperando el momento oportuno
para ingresar a nuestras filas en defensa de nuestra patria. Ojala se digne
darnos algún aviso por donde podamos ser mas útiles, porque usted sabe lo que
es el Brasil; no se puede ganar ni para la subsistencia. No por mí, pero los
demás compañeros no tienen nada; si a de haber guerra que sea pronta. Queremos
vengarnos el ultraje que nos están haciendo: tener patria y hoy encontrarnos en
patria ajena. Pero abra un día que siquiera tengamos libres las aguas del
putumayo, para regresar aunque sea en la última miseria pero con la
satisfacción que hemos cumplido un deber de colombianos……”
Recuperada Tarapacá por Colombia Hernàndez recibió del alto
comando, en compañía de otro colombiano llamado Francisco Vargas la delicada
comisión de subir el rio cotuhe hasta buenos aires, con el objeto de ponerse al
habla con el cacique Hilario y determinar con él la situación de las tropas
derrotadas en Tarapacá, de las lanchas Libertad y Estefita, de los aviones que
constantemente amagaban por ese lado, etc.
SACRIFICIO DE JOSE
MARIA HERNANDEZ
Hernández y Vargas
lograron llegar hasta la tribu del indio
Hilario y pasaron un día y una noche, pero el indio los traiciono, llamo
a las fuerzas peruanas y los hizo capturar. Fueron conducidos inmediatamente a
Leticia, allí después de una semana de prisión, Vargas pudo fugarse y pasar a
Tabatinga; Hernandez fue llevado a Iquitos, allí lo esperan los interrogatorios,
las torturas y finalmente la farsa de un
consejo de guerra. Y se le condenó a muerte por el delito de espionaje,
que en las condiciones de Hernàndez no podía ser delito. Sin embargo los miembros del concejo,
intelectuales descendientes de los pacificadores españoles consideraron darle
un escarmiento. Y con toda la frialdad lo llevaron al cadalzo donde Hernández se le encaro al pelotón de fusilamiento. “Yo
no me dejo vendar”, exclamo. Quiero ver al asesino frente a frente, reflejaba su serenidad. Tampoco quiso
sentarse, de pie casi sonriendo esperaba la descarga.
En el momento de disparar los soldados, los detuvo con un
ademan levanto la mano para imponer silencio y grito “Mi muerte le conviene a mi patria, Colombia sabrá vengarme”.
La escolta disparo, y el Héroe paso al sitio donde comienza la historia. Ese
hombre era un colombiano y murió como un colombiano, nos dijo el doctor vigil
quien nos contó además como había impresionado ese valor y esa injusticia a los
espectadores de Iquitos
ACROSTICO
Jamás tu nombre olvidara la historia
Olímpico varón, de raza fuerte!
Si colombiano fuiste hasta la muerte
Emulo de Ricaurte eres en gloria.
“Mi martirio a Colombia dará la vida,”
“Herid!... les grita al fin, altivamente!
Ese Mártir de amor, frente a frente,
Recibe la descarga fratricida!...
No humillarte el valor de colombiano.
Ante el cobarde, impúdico peruano.
Nimbo fuiste de
fe, de amor y luz!...
Dejaste ejemplos al alzar el vuelo
En los anales de tu patria suelo
Zarpando al puerto se alzó la cruz!